El asma infantil

El asma en los niños es una enfermedad discapacitante por el miedo constante del paciente a tener un nuevo acceso en cualquier momento

Siguiendo lo referido por la prestigiosa Mayo Clinic de los Estados Unidos, el asma infantil puede causar molestos síntomas que interfieren con los juegos, los deportes, las obligaciones escolares y hasta el sueño. En síntesis, el asma infantil no tiene diferencias con las del adulto, en realidad, el asma del adulto es siempre “prolongación” en el tiempo de un asma infantil.

Pero como los niños no son “adultos en miniatura”, el asma bronquial presenta en ellos desafíos especiales y ansiedades y temores mucho mayores. Esta afección es una de las principales causas de consultas de emergencia, hospitalizaciones y ausentismo escolar. Desafortunadamente, el asma infantil que no se supera puede continuar en la vida adulta.

Los síntomas frecuentes del asma infantil incluyen: • Tos frecuente que empeora cuando el niño presenta una infección viral, o se desencadena simplemente por una actividad física o una exposición al aire frío • Aparición de sibilancias, que es un silbido agudo al expulsar el aire. • Dificultad manifiesta para respirar • Congestión u opresión torácica

Los síntomas del asma varían de un niño a otro y pueden empeorar o mejorar con el paso del tiempo. Todo esto sucede, no porque un niño sea diferente de otro, sino porque el asma tiene un altísimo componente emocional. No olvidemos que el asma bronquial, junto con la psoriasis y la gastritis son los paradigmas de las enfermedades neurovegetativas o enfermedades nerviosas.

El asma bronquial es un padecimiento que en la mayoría de los casos se resuelve en forma espontánea cuando el niño desarrolla y llega a la adolescencia y la adultez. Así, solo una fracción de los asmáticos infantiles continúan con su padecimiento a lo largo de la vida con crisis recurrentes y repetitivas, la mayoría de ellas posteriores a un desnivel emocional.

Es común en muchos niños la combinación de dos patologías muy particulares: El asma bronquial y la obesidad. En estos casos se puede inferir, no con poca razón, que existe un componente común en dos patologías tan disímiles entre sí, pero emparentadas con la sobreprotección y la dependencia hacia los padres, en especial hacia la madre.

Una madre ansiosa o insegura puede perpetuar en el hijo una cronicidad de la obesidad, por vía de la sobrealimentación compensatoria de supuestas carencias inexistentes, o una cronicidad de los accesos asmáticos por vía del temor a que el niño se enfríe, se desabrigue o simplemente realice alguna actividad física que lo predisponga a fatigarse.

En ambos casos, la supuesta protección se va convirtiendo en una dependencia y en la creación de un individuo temeroso de sus propias “invalideces”, que cada vez se conecta menos con el mundo en apariencia hostil y se refugia en la comida cuando tiene angustias, y en las crisis asmáticas cuando tiene que enfrentar una situación de difícil resolución.

Con el correr del tiempo, obesidad y asma van creando un individuo retraído y poco activo, que evita las salidas potencialmente peligrosas, que en realidad son las ideales para los niños, puesto que es en el mundo de los juegos y de los desafíos donde se forja una personalidad potente, sin miedos ni frustraciones gratuitas.