Herencia genética o cultural [2]
[Parte dos] La eterna discusión si la obesidad es una herencia genética o un hábito cultural sigue hasta la actualidad sin una respuesta clara o contundente
El aumento incesante de los índices de obesidad en el mundo no se puede explicar desde el punto de vista de la simple genética. Ninguna enfermedad se multiplica, solo genéticamente, a tal velocidad; Baste tener en cuenta el dato que advierte que Estados Unidos podrá tener en el año 2025, de seguir las proyecciones actuales, un ciento por ciento de su población obesa.
Por más penetrante que fuere la acción de un gen (o un grupo de ellos), la velocidad de distribución de la obesidad y las características de las sociedades que ataca descartan que el hecho se deba a una rápida diseminación de dicha asociación genética. Comunidades sin cuotas de inmigración importante como pueden ser China o Japón, mantienen los históricos niveles de sobrepeso y obesidad en su población, mientras que otras sociedades, con diversidad genética por inmigración constante (Estados Unidos), multiplican los casos de obesidad día a día.
De haber una carga genética como factor preponderante, la misma debe tener mayor influencia sobre los grupos étnicos que no hacen “recambio” poblacional y mantienen intacto todo su pool genético; y no sobre los que reciben sangre nueva de la inmigración. ¿Por qué entonces en la obesidad la condición es totalmente opuesta?; Porque la influencia genética en la obesidad no es determinante sino predisponente: Al obeso no lo modelan sus genes sino su medio ambiente.
Si el problema fuese simplemente una cuestión de herencia, los países con menor inmigración deberían tener mayor cantidad de obesos y viceversa; Pero quien entiende algo de geopolítica sabe que los países que reciben mayor número de inmigrantes son los que tienen mayor desarrollo y riqueza y casualmente los que tienen mayor cantidad de obesos. Esta simple conclusión tiende a desalentar el protagonismo del factor genético como responsable primario de la pandemia de obesidad en el mundo.
Todos los humanos, en mayor o menor medida, podemos tener nuestros propios ”genes de obesidad”, como herencia ancestral para protegernos del hambre que siempre acompañó nuestra historia: Nuestro organismo está mejor preparado para recuperar los kilos perdidos que para bajar lo ganado en exceso.
Por lógica, los hijos de obesos siempre van a presentar un mayor caudal de esa peligrosa carga genética, siendo más sensibles a las agresiones del entorno.
Los cambios sociales y culturales del último siglo hacen que el medio ambiente actúe como un estimulador sobre nuestros genes de obesidad; Se aumenta de peso por influencia ambiental y no se puede corregir espontáneamente por no existir ningún mecanismo de emergencia para esa situación como sucede en el caso del hambre o la pérdida de peso, donde todo el organismo se prepara para conseguir alimento y terminar con la situación de carencia.
El ser humano no está preparado para defenderse del exceso de comida por eso los mecanismo hormonales y neurológicos no reconocen al sobrepeso como tal, sino como que la situación es la de siempre. En la naturaleza sus criaturas no se mueren por exceso de comida y obesidad, sino por hambre y falta de alimentos.
La falta de emergencias de hambre y supervivencia y el exceso alimentario en calidad y cantidad crean un medio ambiente obesógeno favorable para que, generación tras generación, se vaya modificando nuestro genotipo por estimulación constante de los genes de la obesidad.
La combinación de modernización alimentaria y menor actividad física crean la “fórmula ideal” para la obesidad; Sin ir más lejos, en el Reino Unido, el gasto energético de sus habitantes ha disminuido 10% en cada década, sin que se produzca una merma paralela en la ingesta de alimentos. Se gasta el 10% menos cada diez años, pero se sigue comiendo lo mismo.
Por más penetrante que fuere la acción de un gen (o un grupo de ellos), la velocidad de distribución de la obesidad y las características de las sociedades que ataca descartan que el hecho se deba a una rápida diseminación de dicha asociación genética. Comunidades sin cuotas de inmigración importante como pueden ser China o Japón, mantienen los históricos niveles de sobrepeso y obesidad en su población, mientras que otras sociedades, con diversidad genética por inmigración constante (Estados Unidos), multiplican los casos de obesidad día a día.
De haber una carga genética como factor preponderante, la misma debe tener mayor influencia sobre los grupos étnicos que no hacen “recambio” poblacional y mantienen intacto todo su pool genético; y no sobre los que reciben sangre nueva de la inmigración. ¿Por qué entonces en la obesidad la condición es totalmente opuesta?; Porque la influencia genética en la obesidad no es determinante sino predisponente: Al obeso no lo modelan sus genes sino su medio ambiente.
Si el problema fuese simplemente una cuestión de herencia, los países con menor inmigración deberían tener mayor cantidad de obesos y viceversa; Pero quien entiende algo de geopolítica sabe que los países que reciben mayor número de inmigrantes son los que tienen mayor desarrollo y riqueza y casualmente los que tienen mayor cantidad de obesos. Esta simple conclusión tiende a desalentar el protagonismo del factor genético como responsable primario de la pandemia de obesidad en el mundo.
Todos los humanos, en mayor o menor medida, podemos tener nuestros propios ”genes de obesidad”, como herencia ancestral para protegernos del hambre que siempre acompañó nuestra historia: Nuestro organismo está mejor preparado para recuperar los kilos perdidos que para bajar lo ganado en exceso.
Por lógica, los hijos de obesos siempre van a presentar un mayor caudal de esa peligrosa carga genética, siendo más sensibles a las agresiones del entorno. Los cambios sociales y culturales del último siglo hacen que el medio ambiente actúe como un estimulador sobre nuestros genes de obesidad; Se aumenta de peso por influencia ambiental y no se puede corregir espontáneamente por no existir ningún mecanismo de emergencia para esa situación como sucede en el caso del hambre o la pérdida de peso, donde todo el organismo se prepara para conseguir alimento y terminar con la situación de carencia.
El ser humano no está preparado para defenderse del exceso de comida por eso los mecanismo hormonales y neurológicos no reconocen al sobrepeso como tal, sino como que la situación es la de siempre. En la naturaleza sus criaturas no se mueren por exceso de comida y obesidad, sino por hambre y falta de alimentos.
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