El índice de masa corporal
El BMI o Body Mass Index de Quetelet, es la tabla de peso más fiel con la realidad del peso corporal, por eso fue “rescatada” después de 150 años
Con la culminación de la Segunda Guerra Mundial, y tras la explosión del consumo para tratar de paliar y olvidar los horrores de la mayor contienda de la humanidad, sobre todo en los Estados Unidos de Norteamérica, el peso corporal comenzó a transformarse en un problema cada vez más creciente, pero opacado por la necesidad de restañar primero las heridas de la guerra.
Así, luego de más de una1 década donde algún grado de sobrepeso no solo no era mal visto, sino que ocultaba, a los ojos de un mundo azorado, las imágenes patéticas de los campos de exterminio nazi donde, los pocos sobrevivientes, eran esqueletos en vida haciendo que el buen peso (y tal vez algún kilo de más), fuese algo hasta permitido y gratificante.
Pero, como todo lo que comienza mal siempre va a terminar mal, de a poco ese sobrepeso gratificante se fue haciendo más peligroso, al punto que, a comienzos de 1960, ya la sociedad y la comunidad médica, comenzaron a alertar sobre este tema.
Dado que siempre el hambre le “ganó” la pulseada a la obesidad y el sobrepeso, no existían tablas de peso corporal, para ubicar a la población y estipular donde comenzaba o terminaba el índice de normalidad. Ante este vacío (pero más ante el auge de los seguros de vida personales), La Metropolitan Life, una de las principales compañías de seguros norteamericana, tomó cartas en el asunto y creó las primeras “Tablas de peso corporal” para hombres y mujeres.
Pero esta “noble” iniciativa tenía como fin tener un arma para hacer que los asegurados con sobrepeso perdieran parte de su beneficio por no mantener un adecuado equilibrio.
Debido a esto, las tablas de peso, las famosas tablas de la Metropolitan Life, marcaban una normalidad muy por debajo de la posible realidad de la gente.
Estas anormales tablas de peso, no solo se utilizaron masivamente en el mundo, sino que provocaron grandes conflictos emocionales en los pacientes, que buscando “entrar” en lo indicado como normal, caían en zonas de desnutrición o se frustraban ante la imposibilidad de conseguir un peso, denominado normal, pero que en verdad era una cuasi fantasía.
Luego de que muchas personas cayeran en prácticas alimentarias exóticas (anorexia, bulimia), por tratar de lograr lo imposible, en la década de 1980, alguien recordó (y recuperó), las antiguas tablas de peso del científico de finales del siglo XVIII, Adolphe Quetelet, quien, sin formación médica, sin medios diagnósticos a disponibilidad y ciento cincuenta años antes de lo que marcó la Metropolitan, creó las mejores tablas de evaluación del peso corporal hasta hoy día.
Con el simple artilugio de multiplicar la altura del individuo por sí misma se minimizaba la distorsión de las tablas anteriores logrando, algo verificado desde 1990 con los Estudios de Composición Corporal por Bioimpedancia: Que el resultado final de este Indice de Masa Corporal o Body Mass Index (BMI), es un número casi idéntico a la grasa corporal que tiene un paciente.
Desde que se usan las tablas de Quetelet, ya se puede hablar de diferentes índices de normalidad y anormalidad del peso, con mayor certeza clínica y sin andar frustrando gente gratuitamente.
Así, luego de más de una1 década donde algún grado de sobrepeso no solo no era mal visto, sino que ocultaba, a los ojos de un mundo azorado, las imágenes patéticas de los campos de exterminio nazi donde, los pocos sobrevivientes, eran esqueletos en vida haciendo que el buen peso (y tal vez algún kilo de más), fuese algo hasta permitido y gratificante.
Pero, como todo lo que comienza mal siempre va a terminar mal, de a poco ese sobrepeso gratificante se fue haciendo más peligroso, al punto que, a comienzos de 1960, ya la sociedad y la comunidad médica, comenzaron a alertar sobre este tema.
Dado que siempre el hambre le “ganó” la pulseada a la obesidad y el sobrepeso, no existían tablas de peso corporal, para ubicar a la población y estipular donde comenzaba o terminaba el índice de normalidad. Ante este vacío (pero más ante el auge de los seguros de vida personales), La Metropolitan Life, una de las principales compañías de seguros norteamericana, tomó cartas en el asunto y creó las primeras “Tablas de peso corporal” para hombres y mujeres.
Pero esta “noble” iniciativa tenía como fin tener un arma para hacer que los asegurados con sobrepeso perdieran parte de su beneficio por no mantener un adecuado equilibrio. Debido a esto, las tablas de peso, las famosas tablas de la Metropolitan Life, marcaban una normalidad muy por debajo de la posible realidad de la gente.
Estas anormales tablas de peso, no solo se utilizaron masivamente en el mundo, sino que provocaron grandes conflictos emocionales en los pacientes, que buscando “entrar” en lo indicado como normal, caían en zonas de desnutrición o se frustraban ante la imposibilidad de conseguir un peso, denominado normal, pero que en verdad era una cuasi fantasía.
Luego de que muchas personas cayeran en prácticas alimentarias exóticas (anorexia, bulimia), por tratar de lograr lo imposible, en la década de 1980, alguien recordó (y recuperó), las antiguas tablas de peso del científico de finales del siglo XVIII, Adolphe Quetelet, quien, sin formación médica, sin medios diagnósticos a disponibilidad y ciento cincuenta años antes de lo que marcó la Metropolitan, creó las mejores tablas de evaluación del peso corporal hasta hoy día.
Con el simple artilugio de multiplicar la altura del individuo por sí misma se minimizaba la distorsión de las tablas anteriores logrando, algo verificado desde 1990 con los Estudios de Composición Corporal por Bioimpedancia: Que el resultado final de este Indice de Masa Corporal o Body Mass Index (BMI), es un número casi idéntico a la grasa corporal que tiene un paciente.
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