La conducta alimentaria [2]

[Parte dos] Los buenos hábitos de comer y una conducta alimentaria correcta, son fundamentales al momento de evitar los desniveles alcistas del peso corporal



Rodin postula que las múltiples experiencias aprendidas por el niño en su etapa de lactancia pueden tener impacto en el desarrollo de la conducta alimentaria; Dentro de estas experiencias, las más importantes son las relacionadas con el aprendizaje de la autorregulación o autocontrol, es decir los frenos conscientes en el límite de la comida y sus posibles compulsiones anímicas.

En los seres humanos, a diferencia de los animales, la gratificación que aporta una comida no depende solamente del estado neuroquímico y metabólico del propio alimento, sino de circunstancias ambientales como gusto, textura, novedad, lugar, presencia de otras personas. Esto lleva a que para muchos autores como Stunkard o Shachter, el hambre no aparece como reflejo orgánico por la simple depleción o falta de energía, lo hace como respuesta a situaciones no fisiológicas (estímulo de ver la comida u otros estímulos ambientales) que marcan un verdadero condicionamiento, donde la fuerza de la rutina puede ser mucho mayor que la real falta de energía.

La correcta decodificación de los estímulos fisiológicos internos del hambre, de los estímulos externos del medio ambiente y la disminución gradual de los controles alimentarios impuestos por los padres, posibilitará en el niño la concreción de una adecuada conducta alimentaria; Así los padres que restringen demasiado el control del ingreso calórico pueden estar interfiriendo en el desarrollo de los propios mecanismos de autorregulación del recién nacido.

En la alteración, tan común es estos tiempos, de las conductas alimentarias hay factores que actúan como causa y otros que son consecuencia, muchos de los cuales terminan perpetuando el estado de obesidad; Estas alteraciones están claramente definidas por Jorge Braguinsky en su “Manual de obesidad” de donde se pueden rescatar las siguientes reflexiones: Las perturbaciones en los momentos de desarrollo de la conducta alimentaria pueden dejar marcas indelebles en la futura personalidad del niño, perpetuando su estado de obesidad.

Hilde Bruch, en su amplia experiencia en Psiquiatría Clínica con niños obesos, y los trabajos experimentales de Schacter ponen énfasis en la alteración del autocontrol como falla básica. Bruch denomina obesidad reactiva y obesidad del desarrollo a las obesidades donde los factores psicológicos juegan un rol determinante, y obesidad constitucional a la que aparece en una personalidad bien integrada, marcando la tendencia hereditaria de esta obesidad.

La obesidad del desarrollo es la que se presenta en la infancia y la adolescencia, y el defecto básico está en el área del autocontrol y el autoconocimiento en la regulación de la ingesta alimentaria por falla del programa primigenio de la ingesta. Hay una falla en la interpretación de los estímulos originados en el propio cuerpo, estos obesos no logran reconocer adecuadamente las señales de hambre y saciedad.

Continuará…

Dr. Rubén Merciel



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