La conducta alimentaria [5]

[Parte cinco] Los buenos hábitos de comer y una conducta alimentaria correcta, son fundamentales al momento de evitar los desniveles alcistas del peso corporal



El modelo familiar que combina estos factores es común a muchas patologías psicosomáticas familiares, pero es preponderante en el caso de la obesidad; De hecho, Barbarie y Tirado, certificaron que un tercio de los niños obesos con familias armónicas (no psicosomáticamente inestables) lograron, de adultos, solucionar parcial o totalmente su problema

Los otros dos tercios, surgidos de familias con las patologías antedichas, siguieron con su obesidad en forma progresiva o pudieron llegar mantenerse delgados a costa de dietas muy rígidas (siendo tan patológicos como sus padres). Si tenemos en cuenta la influencia de la inestabilidad familiar en la perpetuación de la obesidad infantil, el rol de la madre supera por mucho a los demás miembros del grupo.

El niño obeso, al no poder “vivir su propio cuerpo”, no aprende a reconocerlo ni saber cuáles son sus propios límites. La torpeza habitual de los obesos infantiles (se llevan todas las cosas por delante) no es en realidad torpeza, es falta de identificación de su esquema corporal y sus límites físicos: Los obesos no saben dónde termina su propio cuerpo.

Algo similar les sucedía a los militares del siglo XVIII; Al usar sus uniformes de gala con grandes charreteras se llevaban por delante los marcos de las puertas por no tener asumido ese “excedente” como parte de su cuerpo.

Stunkard vio que las perturbaciones de la imagen corporal estaban presentes solamente en obesos que lo fueron desde la infancia; Estas alteraciones eran, entre las más importantes: la consideración del propio cuerpo como indeseable y nocivo para sí y para los demás. Estos pacientes, ya adultos, mostraron trastornos en tres áreas elementales del psiquismo: a. En el área de la imagen corporal. b. En el área de las imágenes de sí mismos en relación a los demás. c. En el área de la imagen de sí mismos en relación con el sexo opuesto.

Estos disturbios pueden ir desde las percepciones distorsionadas de su imagen corporal (verse distintos de lo que son), hasta una grotesca despersonalización (no reconocerse a sí mismos). Todos estos cambios tienden a persistir a lo largo del tiempo y no suelen modificarse con la reducción del peso, siendo esta falta de verificación se la realidad física el desencadenante de un nuevo rebrote: Si no me veo diferente ¿Para qué sirve haber bajado de peso?.

Los factores que predisponen al obeso a perpetuar los disturbios de su imagen corporal también son tres: 1. La edad de comienzo es clave, pues estas perturbaciones aparecen exclusivamente en obesos que lo fueron desde la infancia o la adolescencia; siendo la adolescencia de estos dos, el periodo más crítico. 2. La presencia de conflictos emocionales sobreagregados a su obesidad (neurosis, fobias, otras enfermedades psicosomáticas). 3. La valoración negativa (rechazo) de la obesidad por el medio social. Si la sociedad ve mal a la obesidad ¿Cómo puede verse bien el propio obeso?.

Los disturbios de la imagen corporal no necesitan toda una vida para generase; Se originan durante un corto periodo de tiempo, que es el que acontece cuando los niños obesos incorporan el juego o las actividades competitivas con su familia o sus pares. La distorsión del esquema corporal sucede en los obesos, y no en los demás niños, porque los obesos son emocionalmente inestables y frágiles a la frustración.

Por sus sentimientos de inferioridad y su desventaja para competir en una sociedad obsesionada por el culto a la delgadez estos obesos infantiles, ya de adultos, son presa fácil de tratamientos no realistas que terminan en el fracaso o condicionan la aparición de otras perturbaciones de la conducta alimentaria, como conductas restrictivas y/o bulimia (Fairburn). Si el obeso es un niño en potencia, a un niño se lo puede engañar fácilmente.

Dr. Rubén Merciel



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