La obesidad infantil [1]

[Parte uno] Todos los obesos mórbidos lo pueden llegar a ser solamente si fueron obesos de niños. Por eso es vital encarar la lucha desde la más temprana edad

La obesidad infantil es un gran problema por el efecto nefasto que ejerce sobre el niño a nivel de su personalidad, de su inserción social y por el mal pronóstico de las obesidades que debutan en la infancia y no son compensadas precozmente. Esto lleva a que merezca una consideración extra dentro de los componentes psicológicos a enunciar.

El pronóstico de las obesidades infantiles es mediocre, pues siempre es una obesidad de tipo hiperplásica (con mayor número de células adiposas). La obesidad hiperplásica es la forma más grave de esta enfermedad; Debido a ello se evidencia que el 80% de los grandes obesos lo fueron desde pequeños.

Un inconveniente para su adecuada corrección es que, a diferencia de la obesidad del adulto, no se debe tratar a una sola persona sino a dos: la madre y el hijo. Son escasísimos los casos de obesidades genéticas puras (como las raras obesidades hipotalámicas o endocrinas); En su aplastante mayoría los niños obesos lo son por polifagia (comer mucho); En la polifagia, el papel de la madre es capital, ya que es la causante inconsciente de la obesidad y al mismo tiempo el centro de resistencia (también inconsciente) a la aplicación del tratamiento.

El desencadenamiento de la obesidad infantil se observa casi siempre en ocasión de un stress patológico: Una enfermedad infecciosa (virage de cuti), un trauma quirúrgico (amigdalectomía, apendicectomía), un cambio en la vida social (pérdida de los compañeros por mudanza) o por cuestiones familiares (divorcio o muerte de uno de los padres). Crefff ya alertaba, en la década del 70, que el 65% de los obesos en edad escolar eran mujeres, con lo que para las mujeres y su “obligación” estética esto representa.

Los efectos psicológicos de la obesidad infantil pueden ser devastadores, los motes o apodos, las burlas continuas, la falta de un adecuado rendimiento en las actividades físicas y los deportes, y la vergüenza o el miedo a desnudarse ante sus compañeros de gimnasio dan como resultado un niño encerrado en sí mismo, que se mantiene alejado, y que se consuela con el placer oral de la comida; El niño obeso no es feliz, y se integra solo raramente con la joven sociedad que lo rodea.

Ante esta evidencia, se ve la importancia de la relación recíproca madre-hijo, así tendremos distintas variantes de influencia, según el tipo de relación entre el niño obeso y su familia: • La familia polífaga: Es de donde surgen una buena cantidad de jóvenes obesos; El ambiente familiar se centra en la buena mesa. Bruch encontró este tipo de de familias entre los nuevos inmigrantes a Norteamérica y en las clases medias bajas, en las que el acceso a cierta comodidad era reciente. El interés por los alimentos “fuertes” representa un signo de éxito social, contrastando frecuentemente con una manifiesta pobreza en los intereses culturales. • Las madres angustiables: Muy a menudo desengañadas de su propia vida personal, el niño “…No las puede decepcionar” y son felices viéndolo comer bien. Este anormal vínculo madre-hijo es una especie de compensación oral de segundo grado “…Como yo no puedo ser feliz, por lo menos que lo sea mi hijo”.

Continuará…