La obesidad y el ánimo

Los altibajos anímicos marcan la “destrucción” del objetivo adelgazante del paciente obeso siempre tienen que ver con las situaciones de ansiedad o angustia



Dentro de los factores anímicos, que son típicos del obeso cuyo problema arranca en la infancia o la adolescencia podemos citar: a. Una muy marcada disminución de la autoestima, con una pobre capacidad de valorar sus propias virtudes que, aunque las tenga son opacadas por la “carga penosa” de lidiar con su odiado cuerpo.

b. Una notoria tendencia al aislamiento, que es producto y consecuencia de su sobrepeso, y que lleva a que todos los placeres que otros pueden disfrutar socialmente, el obeso los traslade hacia la comida. c. Una distorsión del esquema corporal, que es la representación que, de nosotros mismos, tenemos incorporada en nuestra mente, y que nos hace “vernos” de una determinada manera, independientemente de lo que opinen las demás personas. Tener una adecuada representación de nuestro propio esquema corporal nos brindará seguridad, gratificación y autoestima, pues sabemos lo que somos aunque el mundo diga otra cosa.

El obeso presenta habitualmente una fragmentación (es decir una ruptura) en la capacidad de conocerse a sí mismo y sobre todo a su propio cuerpo; a punto tal que es normal que ante la presencia de otras personas con sobrepeso deba preguntar a un tercero ¿…Quién es más gordo de los dos, el o yo?, mostrando así un desconocimiento total de su propia realidad física.

Este desconocimiento de los límites y volúmenes se da en el obeso por estar muy pobremente relacionado con su propio cuerpo, como dice Braguinsky “...Los obesos a su cuerpo, lo ven poco, lo usan poco y lo disfrutan poco”. Ante esta falta de gratificación con el propio cuerpo, que priva al obeso del mínimo grado de narcisismo necesario para una vida normal, sumado a la falta de actividades musculares placenteras, llevan a que la gratificación por comer se transforme en el elemento de placer supremo.

Conociendo que fisiológicamente los centros nerviosos que comandan el placer fágico (placer por comer) y el bienestar por el esfuerzo muscular (placer por la actividad física), se encuentran ubicadas en las mismas áreas del hipotálamo lateral del cerebro, podemos fácilmente deducir que cuando un obeso renuncia a toda actividad muscular está alentando el uso indiscriminado y compulsivo de la comida como elemento único de placer.

Si a esto sumamos, que por su grado real de sobrepeso o por su fragilidad emocional y “vergüenza” de su cuerpo, también puede renunciar al placer sexual, se corta así la segunda línea de gratificación primaria de los seres humanos.

Teniendo en cuenta que en toda la escala zoológica la necesidad de alimentarse y reproducirse se transforma en la razón de vivir de todas las criaturas existentes, no parecerá muy arriesgado adherir a lo expresado por la psicología al decir que la oralidad (comer) y la genitalidad (relacionarse sexualmente) son placeres humanos: El animal come por hambre, el hombre come por placer; El animal tiene sexo por reproducción, el hombre por placer.

Dr. Rubén Merciel



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