La regulación de la ingesta [1]
[Parte uno] El ingreso de los alimentos tiene una serie de requisitos y regulaciones inalterables para la naturaleza. El ser humano, al incumplir con esos requisitos, activó la obesidad
La ingesta de alimentos está regulada por controles internos, unos voluntarios y otros involuntarios, y por controles externos provenientes del ambiente. Las señales internas son distensión gástrica, cambios hormonales que se activan ante la vista, el olfato o la ingesta de los alimentos, la estimulación de receptores para la glucosa en el hígado y por variaciones de la glucosa circulante (glucemia). La combinación de estos factores internos con los externos (gratificación, placer, sociabilidad) inducen a la continuidad o cesación de la ingesta en un momento dado.
Si la interrelación entre los factores internos (orgánicos) y los factores externos (ambientales y anímicos) es la adecuada, la ingesta alimentaria cumplirá con los requisitos nutricionales y el individuo no presentará problemas de sobrepeso. Estudios de balance calórico muestran que, en condiciones normales, la cantidad de comida que ingiere un niño está determinada en gran medida por los requerimientos para el mantenimiento y crecimiento físico, estando esas cantidades influenciadas por variables como la edad, el sexo, el tamaño corporal y las características de la dieta.
Si se alimenta al lactante según sus exigencias, el volumen de la ingesta aumenta en cantidad (mililitros por día) y calidad (calorías por día) en relación con el peso corporal; Pasándolo en claro: A mayor edad, más come el niño.
Si las etapas finales del embarazo son cruciales para el desarrollo del tejido adiposo del lactante, los primeros cuarenta días de vida son “a todo o nada” para su posibilidad futura de sobrepeso.
Si la embarazada no aumenta más de los exigido en el tercer trimestre de su gestación y sabe respetar las necesidades alimentarias del lactante durante sus primeros cuarenta día de vida podríamos aseverar que habría muchos menos obesos en el mundo.
Si dejamos que el lactante regule sus propias necesidades alimentarias, nunca habrá un ingreso alimentario exagerado, y posiblemente ese niño nunca será obeso.
Se comprobó que a pesar de que se varíe la densidad calórica desde 53 a 100 Calorías por cada 100 mililitros de biberón, los lactantes a partir de los 41 días de vida tienen la capacidad de regular el volumen de la ingesta para compensar la falta o el exceso calórico, “…No comen lo que le dan sino lo que realmente necesitan”; A mayor concentración calórica de la leche, menos cantidad ingiere el lactante.
A menos de 41 días de vida los mecanismos que evalúan la densidad calórica del alimento aún no están maduros y, ese mismo lactante, no puede compensar el ingreso calórico y ante fórmulas lácteas concentradas (133 calorías por cada 100 mililitros) aumentan de peso.
El ajuste espontáneo a partir de los 41 días de vida según la densidad calórica de la dieta deja de producirse cuando esa misma densidad calórica de la preparación supera las 120 Calorías por mililitro. Un biberón demasiado concentrado y calórico puede anular el reflejo de ajuste alimentario espontáneo.
Continuará…
Si la interrelación entre los factores internos (orgánicos) y los factores externos (ambientales y anímicos) es la adecuada, la ingesta alimentaria cumplirá con los requisitos nutricionales y el individuo no presentará problemas de sobrepeso. Estudios de balance calórico muestran que, en condiciones normales, la cantidad de comida que ingiere un niño está determinada en gran medida por los requerimientos para el mantenimiento y crecimiento físico, estando esas cantidades influenciadas por variables como la edad, el sexo, el tamaño corporal y las características de la dieta.
Si se alimenta al lactante según sus exigencias, el volumen de la ingesta aumenta en cantidad (mililitros por día) y calidad (calorías por día) en relación con el peso corporal; Pasándolo en claro: A mayor edad, más come el niño. Si las etapas finales del embarazo son cruciales para el desarrollo del tejido adiposo del lactante, los primeros cuarenta días de vida son “a todo o nada” para su posibilidad futura de sobrepeso.
Si la embarazada no aumenta más de los exigido en el tercer trimestre de su gestación y sabe respetar las necesidades alimentarias del lactante durante sus primeros cuarenta día de vida podríamos aseverar que habría muchos menos obesos en el mundo. Si dejamos que el lactante regule sus propias necesidades alimentarias, nunca habrá un ingreso alimentario exagerado, y posiblemente ese niño nunca será obeso.
Se comprobó que a pesar de que se varíe la densidad calórica desde 53 a 100 Calorías por cada 100 mililitros de biberón, los lactantes a partir de los 41 días de vida tienen la capacidad de regular el volumen de la ingesta para compensar la falta o el exceso calórico, “…No comen lo que le dan sino lo que realmente necesitan”; A mayor concentración calórica de la leche, menos cantidad ingiere el lactante.
A menos de 41 días de vida los mecanismos que evalúan la densidad calórica del alimento aún no están maduros y, ese mismo lactante, no puede compensar el ingreso calórico y ante fórmulas lácteas concentradas (133 calorías por cada 100 mililitros) aumentan de peso. El ajuste espontáneo a partir de los 41 días de vida según la densidad calórica de la dieta deja de producirse cuando esa misma densidad calórica de la preparación supera las 120 Calorías por mililitro. Un biberón demasiado concentrado y calórico puede anular el reflejo de ajuste alimentario espontáneo.
Continuará…
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