Las peligrosas obsesiones

Un enemigo silencioso, pero demasiado agresivo. La elección de una estrategia inadecuada para evitar los pensamientos intrusivos puede llegar a ser letal.



Las obsesiones y la rumiación, que es el pensamiento repetitivo y reiterado sin un final, son el origen de múltiples procesos emocionales, algunos de ellos leves, otros muchos, severos. Pero al final, todos ellos tienen en la obsesión y la rumiación su esencia primaria.

Así, las fobias, los trastornos de ansiedad, las crisis de pánico, las enfermedades psicosomáticas, los procesos hipocondríacos, los trastornos obsesivo-compulsivos, o los destructivos delirios paranoides de celos, tienen en una aparente e inocente obsesión, su letal inicio.

Si una persona obsesiva, un día ve a su pareja charlando amablemente con otra persona, puede atacarlo la duda sobre si ese instante casual significa algo más que una simple expresión de cordialidad. Incluso hasta llegar al punto de sembrar en la mente la idea de un engaño amoroso. Los continuos asaltos de pensamientos intrusivos sobre una supuesta infidelidad de la pareja, muchas veces son los indicios que marcan que el individuo se está obsesionando.

Los pensamientos intrusivos son un fenómenos normal y habitual para la gran mayoría de las personas. Sin embargo, la interpretación dramática, catastrófica o inadecuada la situación, llega a convertir simples pensamientos intrusivos en verdaderas y complejas obsesiones.

Casi todas las personas, en algún momento, de forma no voluntaria, pueden tener ideas contrarias a los principios y valores en los que más creen y se apoyan. Ahora bien, lo grave no es tener esos pensamientos intrusivos, sino la valoración que se hacen de ellos. Una valoración inadecuada hará que se llegue a conformar o no una obsesión a posteriori.

Dos tipos de respuesta ante los pensamientos intrusivos crean y potencian un proceso obsesivo: La evitación: “Esto que me pasa es horrible, mejor ni pensarlo. Tengo que quitarlo de mi mente”. La autoculpabilización: “Debo ser una muy mala persona por pensar esto. Es una monstruosidad. Sintetizando, la evitación: “Tengo que sacarlo de mi mente”, y la culpabilización: “¿Cómo puedo pensar esto?”, son los dos estilos de respuesta capaces de generar una nueva obsesión.

Distraer la mente con la fantasía de “echar al intruso” para siempre, puede llegar a aliviar momentáneamente la angustia, pero esto termina siendo una peligrosa trampa. La repetición de las obsesiones, y la lucha por evitarlas, es la génesis de los trastornos obsesivos compulsivos. cuanto más luchamos por echar al pensamiento intrusivo, más se queda dentro nuestro.

¿Cómo afrontar las obsesiones si hay una parte de la mente que es automática y no controlable? Pues aceptando las emociones, y que si en algún momento aparece un pensamiento prohibido o reprobable, como llegó, se irá.

Quien acepta que hay una parte de nuestra mente no controlable, está en el camino de la aceptación y no de la obsesión. No por nada el famoso psiquiatra Karl Gustav Jung vaticinó, hace cien años que en la mente humana “La conciencia es solo una isla en el inmenso océano de la inconciencia”

Dr. Rubén Merciel



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